lunes, septiembre 26, 2005

Mujer

Hace ya un par de meses sucede reiteradamente que me encuentro frente a este maquina los sabados por la noche. Patetico para una mujer de 21 años que debiera estar pasandola bien con sus amigos en cualquier otro lado, menos donde me encuentro ahora. Y no es porque me fallen los amigos o los panoramas. El pasar del tiempo me ha vuelto abulica y desganada. Como si cualquier cosa que me sacara fuera de mis cavilaciones en este minuto fuera un atentado para el inestable equilibro sobre el que me balanceo y no existiera ninguna razon para dejarme llevar por la euforia del Santiago nocturno. En momentos como este se acentua un extraño dejabu que me sorprende al cerrar los ojos.
Despierto sobresaltada sobre mi cama. La sabanas me aprisionan y el sudor empapa mi frente. Me levanto apresurada y el sentir mis pies desnudos sobre el suelo no es suficiente para reconocer si estoy despierta o aun duermo. Me dejo llevar por la inercia del movimiento, mis manos temblorosas recorren las murallas tantas veces exploradas hasta toparse con un objeto desconocido. En la oscuridad de la noche se abre el portal que me llevaria a dimensiones ajenas a mi percepcion.
Un fumadero de opio en el subterraneo de un edificio antiguo, en los suburbios de alguna pomposa ciudad ancestral. Siento el pesado aroma del humo en la estrecha habitacion sin ventanas, la atmosfera densa y el ambiente ajeno. Entre una multitud de rostros desconocidos descubro una mujer tendida en un sillon cuyos rasgos me generan milenarios recuerdos. Presentimientos y alucinaciones, la injustificable certeza que en algun lugar sin tiempo ni edad, esos rasgos lejanos convergieron en mi convulcionada mente, se apoderaron de mi y me pertenecieron.
Me vi tendida sobre un viejo sillon, con la mirada perdida entre el pasado y el futuro. El opio y la tempestad nublaban la realidad, un lejano recuerdo que se contorsionaba y cambiaba de polo a polo ante mis ojos ingenuos. El espacio se dilataba y se contraia, jugaba el tiempo con mis certezas, todo giraba como un torbellino infinito. Y aquellos ojos...¡aquellos ojos que no quitaban su poderoso mirar de mi figura ausente! Una inquietud insoportable se apoderaba de mi mientras aquella mujer se levantaba y caminaba lentamente hacia mi. Y yo indefensa y desnuda permaneci inmovil. Paso a paso mi agitacion aumentaba, el tormento de lo ininteligible, la inquietud de la incertidumbre. No podria soportarlo mucho tiempo mas. Y asi fue. Agotada y temblorosa, con las manos empuñadas y los dientes apretados, reconzco el familiar sonido del alba que me saca de mi asombro.
Llevo diez horas durmiedo y mi almohada esta empapada. Todo habia sido un sueño tan real y tan confuso, aquellos ojos no tienen dueño, porque no son de este mundo.

1 comentario:

Gustavo dijo...

La abulia findesemanística no es sólamente un fenómeno que te pasa a ti... a mi también a veces me pasa y es porque de repente el ajetreo de la semana me destruye psicológicamente más que físicamente, como para carretear lo suficiente. Con respecto a tu sueño: pienso que te puedes haber desdoblado. No sé, llámalo presentimiento.