domingo, diciembre 25, 2005

Isabel por la mañana

Se levanto esa mañana con mas sueño que el de costumbre. Mientras el agua fria golpeaba fresca sobre su cabeza, crecia la idea que habia sido gestada desde que sus pies pisaron la verde alfombra de su habitacion, por primera vez esa mañana.
Que pasaria si esta vez no voy.
Que sucederia si vuelvo a la cama y permito que las sabanas me atrapen con su blancura.
Que pasaria si el principio de este dia que comienza se dilatase un par de horas mas, si el letargo de mis piernas dejase lugar a una tonicidad que en este minuto no existe, si el dia comenzara un instante despues.
Tomo el desayuno apurada y salio de su casa. Al cerrar la puerta quedaban tras sus pasos los borrosos recuerdos de la noche anterior, la vida vivida bajo ese techo que ahora miraba desde afuera y dentro de esas paredes que se siempre se contraian, asfixiandola cada vez mas.
Apretar el acelerador. Enfrentar una curva apretando el acelerador. Encender otro cigarrillo, subir el volumen a la radio, cantar y fumar, conducir temeraria por la autopista recien construida.
Y si el pestañeo de mis ojos durara mas de un fugaz segundo, y mi brazo titubeara el doblar el volante. Si mis ojos se cerraran mientras acelero. Si el cerrar de mis ojos le quitase voluntad a mi brazo, si el brazo flacido fuese incapaz de sostener el volante. Si mis ojos se cerraran. Si el ruido ensordecedor de la radio que nunca me abandona hipnotizase mis sentidos y aletargase mis voluntades. Si cerrara los ojos.
Esta sensacion que permanece en mi boca cuando las experiencias que vivo son particularmente intensas me llena de hastio. Sensaciones intensas, sin profundizar en sus matices. Sin calificarlas, ni decir si fueron buenas o malas, si provocaron desgarradora angustia o inexplicable alegria. Si los dias fueron caracterizados por interminables horas de soledad o fugaces minutos de euforica felicidad.
Ya no me acuerdo.
Desenfado, desenfreno o desencanto.
Ahora solo me queda el incontrolable deseo de escribir, dejar fluir las letras unas tras otras. De abandonar este cuerpo durante algunos infinitos segundos para volverme imperecedera y ser mas de lo que nunca podre llegar a ser dado el inmodificable hecho de haber nacido mortal.
Escribir es siempre lo unico que me queda.

martes, diciembre 20, 2005

Hoy

Estos dias de infertilidad literaria, como los he denominado, han estado lejos de ser dias planos o intrascendentes, opacos o rutinarios. Por el contrario, han estado cargados de las mas profundas y contradictorias sensaciones que pueden ser experimentadas por el ser humano.
Alegrias desenfrenadas, las mas desoladoras angustias.
Incertidumbres profundas como el oceano.

En el centro de la ciudad late un corazon que desea la muerte.
Tanto dolor mantenido oculto bajo un traje ejecutivo.
Dolor que enciende el motor de un auto del año cada mañana, quetrabaja arduo 45 horas semanales que es madre. Dolor de hijo. Dolor de estudiante que entre libros y teoremas deja escapar una lagrima.
Y que dolor sentira ella?
Dolor que no sana.
Dolor ajeno al tiempo y al espacio, que no se apacigua ni con el mas dulce de los abrazos, dolor sin razon y sin salida.

Asi que me busque un trabajo que no me exigiera pensar. Despues de este ajetreado año universitario y la avalancha que segundo a segundo amenazaba con destuirme, nada me parecio mejor para huir de mis propios demonios. Ha sido una enriquecedora experiencia. Una futura ingeniera tambien puede vender zapatos. Ordenarlos por modelo, color, numero y precio, ofrecerselos a los clientes e ir a buscarlos a la bodega cada vez que la gente quiera probarselos. No sabia, eso si, que podia ser tan agotador.
En todos los sentidos creo que es bueno cerrar los libros de vez en cuando, dejar de pensar de idealismos y poner lo pies sobre la tierra.

El aire saturado de la ciudad es respirado por todos, solo que a veces lo olvido.