miércoles, agosto 23, 2006

ni te debo, ni me debes

Se suceden rápidos los días.
Se suceden rápidos,
mientras los observo sucederse.
Y como la paz latente en el centro del huracán,
el torbellino de ideas que me sacude
se detiene un instante,
un instante para la razón,
un instante para la reflexión.
Un instante para la memoria de Santiago.


Decididamente racional,
sin culpas,
sin culpables,
ya no busco más.

Su imagen borrosa se aclara,
su aroma extraviado me retoma con fuerza,
lograr sentir tus latidos,
y oir tu respiración agitada,
reconocer tu grandeza,
y admitir mi perversidad inherente.

Batallas sobre mi,
escudos para tí,
lágrimas, sudor y hastío,
y tu pidiéndomelo una vez más,
y yo sonrisa condecendiente,
y tu placer desenfrenado
y yo abúlica hasta las alturas.

Decididamente racional,
sin culpas,
sin culpables,
ya no busco más.

Cuando el pecho se vacía,
salto de las sábanas,
nace otro pensamiento,
resistiendo,
desalmado, suicida,
si pudiese existir una mañana,
una sin soledad,
ya ha sido amenazada
por la suciedad de la noche.

Que ganas de seguir.