miércoles, noviembre 29, 2006

Érase que se era... una vez

El futuro se torma incierto una vez más. Un dejo de tristeza y ansiedad se dibuja en mi rostro tras el cotidiano abrazo de despedida, hasta mañana.
Cuando el presente te otorga días de felicidad, escribir se vuelve más complejo. Porque ya no existe esa angustia insistente sobre tu cabeza que empuja el lápiz, porque el dolor de una andar sin sentido se apacigua, porque por momentos ves marchar todo sobre ruedas.

Entonces, como volver a escribir sobre soledades y destierros. Si por fin te sientes pertenecer. Si por fin existe ese lugar mágico donde todos los problemas se vuelven nimiedades, donde el tiempo lo detiene todo y por fin eres capaz de disfrutar del comenzar de un nuevo día.

Si, que fácil resulta dejarse encandilar por esos amaneceres luminosos, por el color de una flor desconocida, por el sabor de una fruta tantas veces probada, pero tan pocas veces saboreada.

Hoy después de un lapso no menor he vuelto ha sentir deseos de escribir. No, es más que eso, los deseos de escribir siempre han estado, lo que ha faltado ha sido darse el tiempo para encontrar la idea inspiradora.

Por que será que las ideas que se transforman en un párrafo son siempre sobrecogedoras? Porque no simplemnte escribir sobre las bondades de la vida y del regocijo. Porque en esos momentos solo nace vivir, sin preocuparse de inmortalizar ese sentir en palabras.Debe ser porque no se requieren las letras para que sean inolvidables y resuenen una y otra vez.
Pero cada felicidad trae consigo un intrínseco deseo que querer más. La inherente incertidumbre del futuro me aplasta aún en días felices como el de hoy. Y vuelves a ver fotografías y sonrisas, y se te vienen encima los momentos de absoluta felicidad.

Y resulta inevitable preguntarse cuanto más durará ese sueño del que no quieres despertar. Por cuanto tiempo más contarás con un abrazo cálido y sincero dentro del que todas las congojas se deshagan y ya no exista vacío.
Yo no pensé que me convertiría en una mujer feliz. Pero si en algún momento de mi vida lo he sido y he podido escribirlo es ahora. Si, soy feliz, soy muy feliz.
Supongo que la experencia señala que no se puede ser siempre feliz. Entonces qué se viene para mí?

Porque es infinitamente más fácil sobrevivir con miedos y pesares cuando no se han conocido las bondades de la vida como yo las he conocido.
Porque ahora las sonrisas vulgares, los abrazos deshonestos y los besos intrascendentes no son caminos viables para sobrevivir. Porque una vez que has encontrado lo que tanto has añorado, uno nunca vuelve a ser quien fue antes.

Se aprende a vivir de nuevo, a ver con otros ojos.
Y yo ya nunca volveré a ver lo que un día ví. Porque el asiento de espectador de mi propia vida ha sido destrosado, y reemplazado por un papel protagónico ineludible. Entonces la realidad, los recuerdos y el futuro se contorsionan, adquieren nuevos sentidos. Ya nunca serán lo que fueron, porque el antes inmóvil espectador ha logrado incidir sobre la historia, y modificarla por su sola presencia.

En días como hoy, las letras se avalanchan una tras otra sobre en lienzo blanco. Un página nueva, otro campo de batalla.
Como volver a ocupar mi silla de espectadora, y dedicarme a esperar que el tiempo haga su trabajo y trace con su mano silenciosa el camino que han de seguir mis pasos.

El temor es a la inmovilidad.
El temor es a volver a vivir una vida imaginaria.
El temor es a no poder disfrutar el tesoro que la vida puso en mis manos.
El temor es a no ser capaz de hacerlo inmortal.