sábado, septiembre 10, 2005

Descanso

El miércoles pasado fue el concierto de Ismael Serrano acá en Santiago. Estuvo simplemente increible. Más allá de la voz y ese acento español que lo hace tan característico al hablar, siempre han inquietado los pequeños silencios para tomar aire mientras habla... eso me suele suceder con la gente que habla mucho y por sobre todo conmigo misma. Pero en el fondo, más que el silencio mismo, me perturba no saber que imágenes nublan los ojos que las personas cuando cantan, no saber que tipo de experiencias han vivido, y como y porque logran plasmarlas en una canción. Una canción que escucho una y otra vez en mis noches de insomnio, y en las que lorgro percibir algo que me inquieta y me perturba... tanto como la certeza que nunca podré tener una respuesta única.
Esto no sucede con cualquier música ni con cualiquier persona, claro está. Soy mujer de intuiciones, algunas veces de miradas como abismos inextrincables y otras veces de sonrisa fácil y empatía. Por lo tanto es natural que no todas las personas y no todas las situaciones me causen las mismas sensaciones, no? Y en realidad no son muchas... son pocas, aboslutamente incontenibles y mágicas. Cosas que no suceden todos los días, la mirada de un extraño en la calle que te hace estremecer, la sonrisa de un niño pequeño que parece milenaria, una aroma que nunca antes había sido percibido ante un nuevo beso, la canción del más desconocido de los personajes que parece haber sido escrita por ti misma entre sueños. ¿Cómo no maravillarse ante ese milagro cotidiano? ¿Cómo no dejarse llevar?
Mi experiencia personal y subjetiva me ha llevado a pensar, que es precisamente ese conjunto de sensaciones inconexas e irrepetibles las que forjan tu personalidad, puliéndola tan fuertemente como un cincel en una pieza de frágil yeso.

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