jueves, julio 27, 2006

Eso de la paz...no, no va conmigo

Eso de la paz y la tranquilidad, simplemente no van conmigo...
Que puedo hacer. La vida tradicional y ese mar infinito con medio centímetro de profundidad que es el amor de Santiago, no me sirve.
No late mi corazón más fuerte cuando lo veo, no siento arder mi pecho en su presencia.
Los silencios me parecen hostiles.

Y el dice estar enamorado. Y hasta ha dejado de ir al trabajo por permanecer conmigo en la cama. Como si en la demencia de dos cuerpos batallando contra la consiencia de lo imperecedero, se revalidaran los votos de una promesa pueril y sin sentido.
Santiago y la calma... Santiago y la paz imposible. Incompatible para un alma atormentada como la mia.

Pero el insiste y en esa insistencia el gana valor y yo me devalúo. Por mi incapacidad de responder a su sentir, por mi frialdad intrínseca, porque ante todo me da lástima mirar su rostro cuando mi cuerpo está sobre el suyo,y ha perdido la voluntad, y ha perdido el carácter y ha perdido todo aquello que un día lo hizo grande.

Y el insiste con sus grandeza y yo me resisto con mi cobardía.
No se cuantos Santiagos han sido torturados por este corazón hermético, de hielo, frío como metal, ni cuantos más tendrán que subyugarse ante mi presencia para permanecer tranquila algunos minutos... esos efímeros minutos.

Santiago ha perdido su identidad frente a mis ojos. Y yo permanecí contemplándolo, mientras se ahogaba en la pasividad de una mirada milenaria, que lo hipnotizaba. Hasta sentí dicha al verlo perecer, al verlo caer de rodillas y al poder mirarlo por fin hacia abajo. Pero ahora no ya por que él me lo permitiera, dada su sublime bondad; ahora ya lo podía mirar hacia abajo como ser derrotado, acabado y suplicante.

Pobre Santiago. Pobre de mí.
¿Pobre de mí? No... debería borra esa frase. En ningún sentido siento lástima por mi, ni me arrepiento de nada, es más, se ha dibujado una terrible y delgada sonrisa en mis labios mientras escribo. Una sonrisa que te haría estremecer Santiago, una sonrisa que no creerías capaz de gestarse en mi rostro.

Nunca intuíste siquiera, nunca lograste apaciguar a la bestia que desde la altura del devenir te observa ahora. Mi compasión y mi cólera hacia tí.
Cada cual tiene lo que merece. Tú me tuviste y yo tengo la eternidad sumida en el eterno retorno.

Como dijo Hesse:
"Y me contó la historia de un muchacho enamorado de una estrella. Adoraba a su estrella junto al mar, tendía sus brazos hacia ella, soñaba con ella y le dirigía todos sus pensamientos. Pero sabía o creía saber, que una estrella no podría ser abrazada por un ser humano. Creía que su destino era amar a una estrella sin esperanza; y sobre esta idea construyó todo un poema vital de renuncia y de sufrimiento silencioso y fiel que habría de purificarle y perfeccionarle. Todos sus sueños se concentraban en la estrella. Una noche estaba de nuevo junto al mar, sobre un acantilado, contemplando la estrella y ardiendo de amor hacia ella. En el momento de mayor pasión dió unos pasos hacia adelante y se lanzó al vacío, a su encuentro. Pero en el instante de tirarse pensó que era imposible y cayó a la playa destrozado. No había sabido amar. Si en el momento de lanzarse hubiera tenido la fuerza de creer firmemente en la realización de su amor, hubiese volado hacia arriba a reunirse con su estrella."

Los seres como tú, Santiago, viven amando a la estrella, amando con la conciencia que nunca amarás tanto ni para volar, ni para caer al vacío. Como encadenado a la tierra. Los seres como yo simplemente contemplamos, hacia arriba y hacia abajo.... nunca decidiríamos amar una estrella....

2 comentarios:

[ Hródric ] dijo...

los seres como ella se terminan quedando solas. y nadie irá a dejar flores a su cripta. nadie los recordará sencillamente.

los seres como él pronto encontrarán a una mujer que los valore, respete y comprenda como se lo merecen.

bonita ficción la tuya.

Frangelico dijo...

No se puede vacilar justo antes de saltar, o se salta o se queda en la tierra, una vez en el aire no hay espacio para arrepentimientos, o sea solo se puede ir por la estrella o quedarse mirandola desde lejos, yo he saltado un par de veces ya, y alcance a bailar con ella alguna noche, pero me costaria mucho dar mi tercer y ultimo salto, pero si llega ese momento, claramente estaré en el cielo.